Son los que pasan horas delante de un texto, leen y releen antes de lograr ese mensaje que quieren transmitir, esa idea que pasó por su cabeza como un rayo de luz, pero que emitida marca a fuego.
Son los perfeccionistas que, tras haber escrito y reescrito ese pequeño texto, buscan darle un nuevo sentido y expresar esa idea. Existen quienes buscan la trascendencia de dicha idea, es decir, quienes buscan que su obra vea la luz a través de una editorial y que el mundo tome conocimiento de ella y a lo que ésta lleva.
Pero, lamentablemente, existen aquellos que son llamados “escribidores”.
Éstos gastan valioso papel en transmitir textos que no sólo no aportan nada a la sociedad toda, sino que logran que una unión de palabras azarosas (llámese poemas, ensayos, cuentos, etc. etc.) llegue a ser un insulto a su lengua madre. Todos conocemos escribidores, y éstos abundan dentro del mundo literario.
Ellos creen que un texto siempre envía un mensaje, pero no siempre es así. Me gusta hacer las excepciones pertinentes.
Hace años descubrí el género del microrrelato, existe uno en particular de Augusto Monterroso que se denomina “El Dinosaurio” del año 1959, y dice así: “Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí”.
Las opiniones pueden variar pero hay que tener en claro una cosa: este microrrelato invita a una creación particular e infinita.
¿Qué es lo que quiero decir con todo esto?
Existen escribidores que se molestan en utilizar un vocabulario grandioso, pero el mensaje es simplemente inexistente, puesto que no transmite absolutamente nada, eso es lo que yo denomino una unión de palabras azarosas.
Desgraciadamente, la abundancia de escribidores apunta hacia los amateurs que no conocen nada de lo que en realidad significa escribir.
Ya lo decía Faulkner: “99% transpiración, y un 1% de inspiración”. En mi opinión, los escribidores tienen un error de concepto.
Éstos gastan valioso papel en transmitir textos que no sólo no aportan nada a la sociedad toda, sino que logran que una unión de palabras azarosas (llámese poemas, ensayos, cuentos, etc. etc.) llegue a ser un insulto a su lengua madre. Todos conocemos escribidores, y éstos abundan dentro del mundo literario.
Ellos creen que un texto siempre envía un mensaje, pero no siempre es así. Me gusta hacer las excepciones pertinentes.
Hace años descubrí el género del microrrelato, existe uno en particular de Augusto Monterroso que se denomina “El Dinosaurio” del año 1959, y dice así: “Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí”.
Las opiniones pueden variar pero hay que tener en claro una cosa: este microrrelato invita a una creación particular e infinita.
¿Qué es lo que quiero decir con todo esto?
Existen escribidores que se molestan en utilizar un vocabulario grandioso, pero el mensaje es simplemente inexistente, puesto que no transmite absolutamente nada, eso es lo que yo denomino una unión de palabras azarosas.
Desgraciadamente, la abundancia de escribidores apunta hacia los amateurs que no conocen nada de lo que en realidad significa escribir.
Ya lo decía Faulkner: “99% transpiración, y un 1% de inspiración”. En mi opinión, los escribidores tienen un error de concepto.
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