La recién convertida en "sifrina" que ahorró todo el año para operarse las
tetas y el culo, y que ahora critica las colas, no sabe que todo en lo que
consiste su actividad cotidiana es en hacer lo mismo.
La percepción de
la vaina engaña, como no tiene a nadie atrás, adelante, y no es una
columna rígida hacia un establecimiento comercial en específico, se come
el mojón de que anda brillando y libre por ahí, hace cola, todo el día,
en círculos, hexágonos y demás figuras aún inexploradas por la
geometría tradicional.
El capitalismo la volvió un catálogo con patas
(se dedicará mientras dure el silicón en su cuerpo a producir plusvalía
ideológica, y en el metro y autobús donde se monta por lo recién de las
inyecciones inflacionarias, enriquecerá a todas aquellas empresas que
trafican con el rímel, las planchas para el secado, las camisas
ajustadas a los implantes y las cholitas estilo californiano) y la lanzó
de un solo carajazo a la disputa y a la competencia feroz y silente
que, al final, es una cola más.
Mientras visita centros comerciales y
come en Burger King espera pacientemente detrás de otras que están más
infladas para entrar, al menos una vez, en algún yate, VIP de discotecas
caras o, en el peor de los casos, rescatar un tipo con carro que la
lleve del timbo al tambo, entre restaurantes y casas con piscina para
sentir que la inflación a la que recurrió con tanto esmero está teniendo
efecto.
No tardará en subir sus nuevas fotos a las redes, y cuando llegué de nuevo al trabajo o universidad, las amigas
les comentarán: ¡Qué bella sales en esas fotos! ¡Qué casa tan bonita y
qué piscina tan gigante! ¡Qué yate tan hermoso!
Las susodichas, que aún
por los efectos inflacionarios colectivos de nuestra coyuntura
económica, no han reunido los reales suficientes para operarse entienden
de inmediato que están hasta lo último de la cola, sabiendo que falta
que jode para disfrutar de las bondades del placer capitalista que se
promueve diariamente como algo realizable y financiable para cualquier
economía nacional sin excluir a nadie, siguen siendo amigas de la recién
convertida con el único objetivo de beneficiarse indirectamente del
profundo efecto inflacionario.
El relato neoliberal en su máxima elaboración corporal, los yates, las
discotecas caras con VIP arrechos y las casas con piscina son recursos
finitos fáciles de contar, pero las aspiraciones y las expectativas son
infinitamente superiores, la depresión y la tristeza, mecanismo natural
para controlar los precios y por ende la demanda, se hace presente
cuando las últimas de la cola (sin posibilidad de hacer lobby alguno)
ven salir a las primeritas, esas mismas que le estampan (a través de las
redes sociales), con toda la furia que expresa la sonrisa hipócrita y
plastificada, el exacerbado placer que producen 1200 “Me Gusta”:
combustible interno para seguir haciendo la cola silenciosa y difuminada
que no respeta orden de llegada ni mucho menos necesidad alimentaria.
!CHÁVEZ VIVE!
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