Iván Freites salió el 4 de febrero de 1992 con un ejército aguerrido a
dar la pelea por el rescate de la dignidad del pueblo venezolano. Sin
embargo, antes de alcanzar la victoria, debía ejecutar una orden movida
por intereses que traicionaban el proceso revolucionario.
Con apenas 22 años de edad, Iván Freites asumió el compromiso de
pertenecer a las filas de un ejército de hombres valientes que salieron
el 4 de febrero de 1992 a conformar el movimiento revolucionario que
cambiaría el rumbo de un país que sucumbía ante la pésima gestión
política y económica del gobierno de Carlos Andrés Pérez. No obstante,
este joven había sido manipulado para ejecutar una misión que bien pudo
cambiar el destino político de Venezuela.
A esa edad, Freites tendría la suficiente gallardía para enfrentar
los riesgos que supone una rebelión militar, pero también muy poca
madurez política para reconocer a quienes esconderían intereses y
ambiciones personales que buscaban coartar el inicio de una revolución:
la revolución bolivariana. “Yo era sargento técnico cuando a escasos
días del 4 de febrero, uno de los líderes de aquél movimiento, me asignó
la misión de asesinar al teniente coronel Hugo Chávez”, confiesa
Freites en una entrevista exclusiva para YVKE Mundial.
Corría el año 1987 cuando por primera vez el sargento fue contactado
por el capitán Ronald Blanco La Cruz para integrarse al grupo de
soñadores que se dedicaban a estudiar tanto la historia como la manera
de enrumbar el futuro de su país. Ya desde 1984 se venían gestando
reuniones entre los comandantes Yoel Acosta Chirinos, Francisco Arias
Cárdenas, Hugo Chávez Frías y el difunto Felipe Antonio Acosta Cárlez.
Freites comenta que aquellos encuentros, más que conspirativos, eran
ilustrativos.
“Ellos nos hablaban de la situación del país, nos leían
libros como Las venas abiertas de América Latina e ilustraban acerca de
lo que debía ser Venezuela y lo que era por culpa de la dirigencia
política de entonces”, precisa. Sin embargo, fueron los hechos de
corrupción verificados en los altos mandos militares, la represión
desmedida de los disturbios del 27 de febrero de 1989 y las
negociaciones relativas a la delimitación limítrofe con Colombia algunas
de las causas que impulsaron la idea de que era el tiempo de una
rebelión militar.
Aquellas tertulias que en principio fueron de 6 u 8 personas, se
convirtieron en reuniones que congregaban entre 20 y 40. “Los sucesos
del Caracazo nos tomaron desprevenidos a todos y observamos con dolor lo
que pasó sin poder hacer nada. Ése fue prácticamente el punto de
partida para que el Ejército Bolivariano Revolucionario (EBR) comenzara a
tomar como una alternativa seria una insurrección para llegar a la toma
del poder”, relata Freites con nostalgia al recordar la violencia de la
que fue victima el pueblo venezolano en ese momento.
Encomiendan el fin del teniente coronel Hugo Chávez .
El grupo de militares en descontento con el contexto político y
social que rodeaba al país comenzó a elaborar los planes para una
insurrección militar. El sargento Freites asegura que desde el año 89
hasta el 92 hubo varios intentos que ya tenían fecha, pero que por razón
de que algunos oficiales eran movidos de sus cuarteles, los días eran
cambiados constantemente. Relata que desde finales del año 1991 había
tensión por fijar la fecha que terminó siendo el 3 de febrero para
amanecer el 4.
Uno de los líderes fuertes y quien, según Freites, mantenía el
contacto con las organizaciones civiles Bandera Roja y Tercer Camino,
entre otras, era el capitán Antonio Rojas Suárez, personaje que junto a
Ronald Blanco La Cruz serían responsables de la operación en Caracas.
“Suárez era miembro de una logia francmasónica de alto grado, debo decir
que habían intereses ocultos relacionados con este movimiento
religioso. Intereses distintos a los que teníamos nosotros, los que
éramos soñadores, incluyendo al comandante Chávez”, asegura Freites.
Cuenta además que, a escasas dos semanas antes de la rebelión militar
del 4 de febrero, hubo una reunión entre el capitán Ronald Blanco La
Cruz, el capitán Rojas Suárez y él, donde Rojas expuso que los
comandantes Chávez y Arias eran los principales traidores del movimiento
revolucionario, aduciendo la cancelación de la fecha de la rebelión en
varias oportunidades. “Como Rojas Suárez era un líder en ese momento,
sus palabras no podían ser tomadas en juego. Él nos propuso un pacto que
consistía en que cuando por fin ellos (Chávez y Arias) decidieran la
fecha de la insurrección, nosotros teníamos que tomar la decisión de
asesinarlos, pacto que fue aceptado. A mí, quizás por ser un ingenuo
subalterno de 22 años, me asignaron la misión de matar a Chávez”,
confiesa.
El día tres de febrero, cuando ya era un hecho que la operación no
tenía marcha atrás, debido a que todos los oficiales estaban
contactados, el sargento Freites recibe una llamada del capitán Ronald
Blanco La Cruz. “Sargento Freites, lo que hablamos sobre eliminar al
comandante Chávez, no va, yo estoy convencido de que ellos son los
verdaderos líderes de esta revolución y todo lo que hablamos ése día,
olvídalo y vamos a concentrarnos en la operación militar”, fue la
instrucción del capitán Ronald Blanco.
“Fue un momento de emoción patriótica haber recibido la llamada del
capitán Ronald Blanco”, manifiesta Freites y relata como luego de dos
horas de ése contacto una nueva llamada telefónica acabaría con aquella
paz. “Dos horas después, yo fui a buscar unos fusiles que me había
entregado un capitán, porque no estaba fácil la toma de las estaciones
militares, pero de pronto recibí la llamada de Rojas Suárez, quien me
dijo: Iván, tengo entendido que el capitán Ronald Blanco te dijo que no
iba lo que hablamos, pues déjeme decirle que eso es más prioritario que
cualquier otra cosa. Tu misión es matar a Chávez”, comenta Freites al
traer a su memoria toda la tensión que le generó la ratificación de su
misión.
La noche de los centauros
Hugo Chávez llamó a la operación “la noche de los centauros” en
conmemoración a los guerreros que andaban a caballo con los generales
Ezequiel Zamora y José Antonio Páez. El punto de partida de la misma fue
en Fuerte Tiuna. Siete personas salieron al encuentro: los capitanes
Ronald Blanco La Cruz, Antonio Rojas Suárez, Joaquín Suárez Monte,
Carlos Aguilera, los mayores Carlos Díaz Reyes, Pedro Pérez López y el
sargento Iván Freites. “Nos reunimos en el Fuerte Tiuna el día tres de
febrero a las 7 de la noche, específicamente en una calle cercana a la
escuela de infantería, yo tenía los fusiles con los que decidimos tomar
por la fuerza el batallón de blindados que allí se encontraba.
Llegamos cual asaltantes al cuartel, pusimos presos a los oficiales,
reunimos a la tropa y les explicamos lo que estaba sucediendo, ésta nos
apoyó”, acentúa Freites. Una vez tomado el Fuerte Tiuna, Freites cuenta
que el siguiente objetivo era el Palacio de Miraflores y los tres
batallones de infantería que existían allí. Otras unidades debían
centrarse en la toma de los canales de televisión para transmitir un
mensaje que había grabado el comandante Chávez y que nunca llegó salir a
la luz pública, porque dicha toma falló.
Asimismo, en diferentes partes del país, algunos objetivos se
lograron y otros no. “Para nosotros lo más importante era la toma del
poder político, hecho que se alcanzaba solamente deteniendo al
presidente de la República de entonces, Carlos Andrés Pérez. Hay que
decir que desde el punto de vista militar logramos la toma completa del
Palacio de Miraflores. Además, el teniente Porras Echesuría era el
encargado de dirigir las operaciones de la Casona y debo destacar que lo
hizo de manera excelente, pero el presidente no estaba allí”, relata
Iván Freites.
Fallas de la operación militar
Tres factores se opusieron a la consolidación del objetivo: Falta de
comunicación, la traición y la indecisión de algunos oficiales y
sub-oficiales. “Hubo mucha indecisión por parte de los oficiales medios.
No todos los días hay una rebelión militar en Venezuela y yo pienso que
nosotros lo hicimos bastante bien. Tristemente, algunos compañeros se
dedicaron al sabotaje y delataron la operación ante el comandante
general del ejército.
Es muy difícil llevar a cabo un plan cuando el enemigo sabe todo lo
que vas a hacer”, precisa. De igual manera, hubo constantes fallas en la
comunicación, debido a que se dio la orden de quitar la batería de los
radios con los que estarían en contacto los participantes de la
rebelión.
“A nosotros prácticamente nos tomó por sorpresa el mensaje de Chávez
diciéndonos que entregáramos las armas, orden que inmediatamente
acatamos, porque la información que le llega a él es que todos los
objetivos militares habían fallado, de manera que tomó esa decisión para
evitar un mayor derramamiento de sangre”, comenta Freites.
Iván Freites destaca el hecho de que algunas personas han criticado
la actitud del comandante Chávez ese día al mandar a deponer las armas y
defiende con fervor lo que para él y para la historia ha sido un
insigne acto de valentía. “La decisión del comandante Chávez no puede
ser una actitud cobarde, todo lo contrario, fue un acto de valentía
mandar a rendir las armas al creer que los objetivos se nos habían
escapado de las manos, porque pensó una vez más en el futuro y en que
era un derramamiento de sangre innecesario”.
Freites afirma que llamar cobarde a Hugo Chávez no es otra cosa que
una “guerra sucia” de quienes se han dedicado a sabotear el proceso
revolucionario en el país.
“Querer tildar a Chávez de cobarde es una
guerra sucia, porque su valor no sólo se demostró el 4 de febrero, sino
que ha sido comprobado muchísimas veces a los largo de los años ante
todo lo que ha tenido que enfrentar para poder estar hoy donde está y
con la aceptación que tiene por parte del pueblo venezolano”, sentenció.
Freites, además destaca las cualidades de Chávez y los valores que lo
han posicionado como el gran líder de la revolución bolivariana.
“El comandante siempre ha tenido un liderazgo bien arraigado, era muy
disciplinado, honesto, trabajador incansable, muy sensible socialmente,
siempre tratando de hacer las cosas bien y ser ejemplo. Todos estos
valores hicieron y hacen que muchos creamos en él y el hecho de que el 4
de febrero de 1992 asumiera la responsabilidad de la operación militar
terminó de darle el liderazgo con el que actualmente cuenta”, precisa.
¿Por qué fue una rebelión militar y no un golpe de estado?
Iván Freites explica las razones que definen el 4 de febrero de 1992
como una rebelión militar: “Un golpe de estado es una opción militar
para la toma del poder sin importar porqué se está ejecutando, en cambio
el 4 de febrero fue una rebelión militar porque tiene unos antecedentes
históricos, entre los que cuentan los sucesos del 27 de febrero de
1989, donde la esperanza del pueblo oprimido eran las Fuerzas Armadas y
estas salieron en aquél entonces a masacrarlos”, declara.
Para Freites aquella rebelión militar tuvo un significado tan crucial
que dividió su vida en un antes y un después. “Para mi fue dividir la
historia de mi vida, porque fue una experiencia muy enriquecedora y me
da la oportunidad de decirle a mis hijos que yo fui uno de los que
participó para que arrancara este proceso revolucionario del cual se van
a beneficiar ellos y las generaciones futuras. Además, marcó el rumbo
de una Venezuela diferente, lo cual se evidencia estadísticamente en lo
económico, en lo social y lo más importante, en la conciencia del ser
humano”.
“A veces es mejor lo que sucede”
“Es muy difícil opinar sobre algo que uno supone. Yo creo, con la
experiencia que tengo hoy en día, que es mejor lo que sucedió, porque
desde el punto de vista político, si se hubiese concretado la toma del
poder militar inmediatamente yo hubiese matado a Chávez, pues la
ambición de poder era tan grande que si no lo hacia yo, lo hacia otra
persona o el mismo Rojas Suárez.
Venezuela es mucho mejor hoy con el comandante Chávez al frente, que
lo que pudo haber sido sin él”, asegura Freites. A los dos hombres que
Iván Freites nombra en esta revelación, la historia les permitió, diez
años después del 4F, durante los días 11,12 y 13 de abril de 2002,
probar nuevamente su lealtad a Hugo Chávez, pero fue una vez más Antonio
Rojas Suárez, entonces gobernador del estado Bolívar, uno de los que se
pronunció en contra del Primer Mandatario Nacional y reconoció al
gobierno de facto de Pedro Carmona Estanga. Por su parte, Ronald Blanco
La Cruz, quien estaba al frente de la gobernación del Táchira, llegó a
ser el primero en manifestar su incondicionalidad al presidente de la
República y denunciar al mundo la existencia de un golpe de Estado.