La campaña electoral tiene dos participantes que representan dos ideologías, dos visiones del mundo.
Uno, capriles,
el candidato oligarca. Se comporta como es tradición en las elecciones
burguesas: promete cualquier disparate, se mantiene en la superficie de
los problemas, se guía por lo que aconsejan las encuestas y, frecuentemente, cuando se sale del guión, mete la pata.
Para este candidato
las elecciones son una vulgar operación de marketing, un problema
técnico, él es una pieza en una inmensa operación de publicidad. Se
vende como una mercancía novedosa, con mejor empaque, promete curarlo
todo con solo dos cucharadas. Es, en otras palabras, un fraude, una
oferta engañosa, se parece a los jarabes milagrosos que
ofrecen en las fiestas patronales de los pueblos: mucho dulce, linda
botellita y más nada.
Como este candidato
conocemos muchos en más de medio siglo de elecciones burguesas, así
eran todos en el pasado. El pueblo compraba el menjurje milagroso y al
otro día caía en cuenta de la estafa, cuando ya era tarde. La democracia
burguesa no acepta devoluciones.
Frente a este capriles, al intento de regresarnos a lo viejo y sumergirnos en las "heladas aguas del cálculo egoísta", aparece el Comandante Chávez. Tiene la compleja tarea de dirigir el tránsito hacia un nuevo mundo,
de romper con la tradición de siglos de dominación y de hacer estallar
la lógica del capitalismo. Debe hacerlo en dificilísimas condiciones, el
escenario, las elecciones burguesas, se presta más para la manipulación
que para la formación porque fueron diseñadas como instrumento de
dominación, no son proclives a operaciones de liberación.
Es uno de los grandes méritos del Comandante Chávez:
consiguió fracturar el opio electoral, triunfar en dificilísimas
condiciones de manipulación y, varias veces, pudo romper el cepo de la
manipulación de las elecciones burguesas.
¿Cómo
consiguió la hazaña? La respuesta es directa: el Comandante planteó la
batalla en el terreno espiritual, fue más allá de lo puramente
material, esa es su fortaleza. A un pueblo mediatizado, narcotizado,
hechizado por el consumo, le propuso, con su discurso y su ejemplo, una
nueva manera de ver la vida, una nueva conducta.
El 4 de febrero
corre todos los riesgos abriendo el camino hacia un nuevo mundo, asombra
al país, se lanza en una empresa que pone en peligro su estabilidad, su
futuro, su vida. Era algo no esperado por aquel mundo sumido en el
practicismo, en el oportunismo. Pero además, en la derrota militar no
busca excusas y asume la autoría del suceso. Fue un latigazo en la
conciencia. Con su conducta Chávez dio una lección de humanismo, de fraternidad, que ya estábamos olvidando...
Esta es la clave del éxito de este milagro que llamamos Revolución Bolivariana, es el fundamento de la conexión Chávez-Pueblo. La
propuesta del amor, de nuevas relaciones humanas, en la economía y en
el espíritu, no debe estar ausente, tiene que ser el centro del discurso
nuestro. El espíritu no debe ser aplastado por lo material.
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